MUJERES VETERINARIAS CON HISTORIA. ESPERANZA HERNANDO ALCUBILLA. - historiaveterinariamadrid
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MUJERES VETERINARIAS CON HISTORIA. ESPERANZA HERNANDO ALCUBILLA.

MUJERES VETERINARIAS CON HISTORIA. ESPERANZA HERNANDO ALCUBILLA.

“Nuestra profesión es bonita. Me ha dado la vida. He salido adelante gracias a la profesión veterinaria”

Hoy he tenido la suerte de estar un ratito con Esperanza Hernando Alcubilla, en la sede del Colegio Oficial de Veterinarios de Madrid. Ella es Veterinaria, tiene 94 años y pude conocerla hace algunos años al coincidir en la Fiesta del Patrón de Veterinaria, en la Real Fábrica de Tapices, ya que es la madre de mi compañero y amigo, Eloy Marino, actualmente secretario del Colegio de veterinarios de Madrid.

Estamos hoy juntas, celebrando el día de la Mujer Trabajadora. Ella es una mujer con historia, no solo por el recorrido dado por su edad, si no por los años de trabajo complicados en una época en la que no era fácil desempeñar ciertas profesiones siendo mujer, siendo Veterinaria y además siendo madre separada con cuatro hijos.

Fue pionera en su época por haber desarrollado su profesión veterinaria con mucha actividad y diligencia además en campos tan diferentes, en un periodo complicado desde el punto de vista de la inserción laboral de la mujer en determinadas profesiones que tradicionalmente venían siendo de hombres y a su vez desempeñando un papel importante como madre de familia numerosa.Es sin duda para mí , lo que yo llamo, UNA MUJER VALIOSA.

Esperanza ha llegado a la sala del Colegio donde hemos quedado en reunirnos, cogida del brazo de su hijo, muy sonriente, ataviada con un gabán rosa y me doy cuenta de lo elegante que es y de que además posee un estilo propio. Le he dicho cuando la he visto entrar, que yo de más mayor, querría ser como ella.

Estos años atrás, cuando Eloy y yo coincidimos en el trabajo juntos, me admiraba cuando me contaba las andanzas de su madre, siempre con esa independencia y actividad, con su coche de acá para allá , con su edad.. y tantas veces que me decía. “ ya se ha vuelto a ir sin decir nada, ha cogido el coche y se ha ido a vendimiar a Zazuar”.., se había ido a su casa, a su pueblo, a su campo, a vendimiar a estar con sus amigas y su gente.

Mujer independiente que crio a sus cuatro hijos trabajando en una profesión que, en aquel entonces, era insólita para las mujeres.

Esperanza Hernando Alcubilla, nació en Madrid, de familia burgalesa, de Zazuar. Quedó huérfana siendo muy pequeña, estando a su cuidado y al de sus hermanos un tío suyo.

Cuando la he preguntado porque quiso ser veterinaria, me ha respondido que ella realmente quería estudiar algo de ciencias, pero no sabía bien que estudiar, aunque lo que tenía claro es que quería estudiar alguna carrera científica. Fue su tío el que le insinuó que estudiara la carrera de Farmacia, pero que no gustándole la idea, eligió estudiar Veterinaria por la cercanía de la Escuela a su casa, a su domicilio.

A pesar de haber comenzado su carrera no con una gran vocación según relata, reconozco la pasión que muestra por nuestra profesión Veterinaria, sobre todo veo el brillo en sus ojos cuando habla de su periodo trabajando en las Clínicas Veterinarias con los pequeños animales, cuando habla de su primera etapa como profesional. Me dice que fue la etapa más bonita como veterinaria. “Nuestra profesión es bonita. Me ha dado la vida. He salido adelante gracias a la profesión veterinaria. ¿Como no me va a gustar ser veterinaria?”.

Estudió en la Escuela de Veterinaria cuando tenía la sede en la calle Embajadores. Inició en el año 1947 y finalizó sus estudios en el año 1952. Durante la carrera conoció a su novio Vicente Marino Iglesias, con él se casó posteriormente y tuvieron cuatro hijos. Dos de sus hijos son también veterinarios, Marino y Eloy.

¿Cuántas mujeres estudiabais en aquel momento en la Escuela, Esperanza ?, le pregunto. “En aquella época éramos cinco mujeres en la facultad, Meluca Gallego, Inma García Regueiro, Montse Berzal y Ana María del Val, que estuvo un año solo”. Esperanza ha seguido el contacto con sus compañeras, pero solo de vez en cuando, además, “algunas ya han muerto” me dice. A sus compañeros hombres les ha ido encontrando posteriormente en el Colegio de Veterinarios de Madrid, en Asambleas y celebraciones.

Esperanza recuerda algunos de sus profesores de aquella época, como es el profesor D. José Morros Sarda y a D. Cristino García Alfonso (“que tenía un hijo en bacterias”, dice). A Eduardo Gallego le conoció cuando hacia el doctorado mientras ella estaba cursando el primer curso. Cuenta que la hermana, Meluca Gallego, hizo la carrera por libre, en pocos años, ya que era muy lista.

Nos explica que tenían clases teóricas y también clases prácticas. Entre algunas de las clases de prácticas se encontraban las lecciones de herraje.

Al finalizar la carrera, que en ese momento había plétora, nos cuenta que intentó sacarse la plaza de veterinario titular, ya que era la única salida que existía casi directa al acabar la carrera, pues en aquel entonces consistía en un curso de quince días en el que posteriormente se realizaba un examen y te incorporabas, pero no tuvo la suerte de sacarlo en aquel momento.

Quiso entonces quedarse en la facultad trabajando, ya que el Profesor Morros Sardá, de la Cátedra de Fisiología e Higiene, le había ofrecido trabajar con él, pero el Decano de aquel entonces que era D. Cristino García Alfonso, no consintió que ella se quedara, según nos dice sus palabras fueron “que no consentía que se colocara una mujer mientras quedara aun algún hombre sin colocar”….

Fue así como al casarse con Vicente, al haber plétora en las plazas de titulares, abrieron dos Clínicas Veterinarias, en un periodo de tiempo diferente, posteriormente una Residencia canina con hospital veterinario y finalmente un consultorio de grandes animales con herradero. Para aquella época fueron una pareja de veterinarios muy emprendedores. Todos los negocios constaban a nombre del cónyuge veterinario, ya que en aquel periodo las mujeres no podían figurar como titulares de las consultas, solamente como ayudantes. De hecho, su colegiación profesional aparece solo a partir del año 1966. En aquel entonces, cuenta Esperanza, que no tenían un horario concreto de trabajo, ya que se trabajaba a demanda de los clientes. Se encargaba de ayudar a su marido en las tareas de quirófano, de casos clínicos y llevaba además la peluquería canina.

La clínica de animales la denomina nuestra compañera “como muy interesante por los casos clínicos”.

Esperanza ha estado realmente colegiada en tres colegios profesionales diferentes, en Segovia, en Burgos y en Madrid. Las provincias donde ha trabajado como veterinaria. Pero es el colegio de Madrid en el que ha mantenido siempre desde el inicio su colegiación a pesar de tener que desplazarse fuera de Madrid como consecuencia de la oposición.

En el año 1983, se produce su separación matrimonial, quedándose con una de las clínicas veterinarias y con la residencia canina, que actualmente sigue con actividad.

Es en ese año por tanto cuando decide por fuerza dar un cambio a su vida ya que se queda sola con sus cuatro hijos y resuelve prepararse las oposiciones del Cuerpo de Titulares, sacando así la plaza en la oposición y yéndose destinada a San Cristóbal de la Vega, un pueblo de la Provincia de Segovia. Este era un partido con tres pueblos a su cargo. Se tuvo que trasladar sola y vivió en una habitación de un bar que tenía en alquiler. A los niños los veía solo los fines de semana, que era cuando volvía a Madrid.

De su vida de campo cuenta de un caso de tétanos que tuvo que sacrificar al animal y que sospechó por los signos clínicos que enseguida detectó. Le gustó mucho aquel periodo, pasaba consulta dos días a la semana, fue la época de la rabia en los perros, vio muchos lechones a los que pinchaba hierro, realizaba muchas esterilizaciones y entendía mucho según me cuenta de inmovilizaciones de animales. Vivió la campaña de rabia y la campaña de salmonelosis. Les tocaba también hacer la inspección de las canales en general.

Ella atendía fundamentalmente muchos perros, ganado ovino y lechones sobre todo. Ayudaba a las cerdas a parir, y cuenta que ella que “tenía un aparatito con el que agarraba a la cerda por el morrete y así no se movía y no la echaba la boca.” Como veterinaria titular disponía de un ayudante que le recogía los avisos y le ayudaba a sujetar a los animales.

De su época segoviana como veterinaria titular, me cuenta que solo había otra mujer veterinaria trabajando cerca de ella y estaba en Adanero y que de vez en cuando se veían y se hablaban. Estuvo dos años trabajando en Segovia hasta que consiguió su traslado a la provincia de Burgos, a Baños de Valdearados, un pueblo cerquita de Zazuar, hasta que finalmente pasó a Aranda de Duero a la unidad de Salud Pública destino que mantuvo ya hasta su jubilación.De su época burgalesa, nos cuenta de su actividad inspectora, y es realmente increíble escucharla, porque parece que no ha pasado el tiempo entre los veterinarios de entonces y los técnicos de salud pública actuales.

Esperanza tenía que hacer inspecciones entre otras cosas, a los establecimientos de alimentación. Visitaban los comercios y recuerda con especial hincapié el seguimiento que hacia ella en lo relativo al almacenamiento de las semiconservas. Se acuerda también de cuando escaseaba el pescado en aquel tiempo que era bastante frecuente y los camiones traían el pescado a veces en no muy buenas condiciones. Y así fue como tuvo que levantar un acta en una ocasión a un trasporte de pescado porque lo estaba trasportando de forma incorrecta, y dice,” claro después , le llegó al interesado el pago de la multa”. Este tipo de inspecciones nos refiere Esperanza, que no le gustaban, “tuve lio”, dice. En otra ocasión nos explica como tuvo que tramitar un acta a Burgos para sanción, porque un bar incumplía porque “tenía la puerta del servicio de cara al público”. A Esperanza no le gustaba demasiado tener que levantar acta y sancionar.

En aquella época sus hijos eran ya algo más mayores, ya estaban cursando la Universidad, de tal modo que ella estaba fuera de casa toda la semana y volvía los fines de semana para atenderles. De la oposición, de Veterinarios Titulares, nos explica, “que el temario estaba constituido en cuatro bloques y eran alrededor de noventa y tantos temas “. El examen se iniciaba con un tema escrito y tras este, se realizaba una prueba oral en la que cada uno de los miembros del tribunal les hacían preguntas de diferentes temas del temario y se acababa finalmente con un examen práctico, pero era un práctico de verdad. El tribunal se la llevó al matadero de Legazpi y le enseñaron un trozo cortado de una víscera, la cual tuvo que identificar como un hígado y reconocer las lesiones anatomo-patológicas que detectase. Y fue en ese momento cuando yo pensé, que ¡ eso sí que era una señora Oposición!

Lo que más me sorprende de las preguntas que le voy haciendo a Esperanza durante nuestra entrevista, es que me doy cuenta que ella se sintió siempre bien en el desempeño de la actividad profesional, cómoda y feliz, ejerciendo su trabajo como uno más, ya que insiste en que nunca se sintió discriminada por ser mujer y veterinaria, no la hicieron sentirse inferior al resto de los hombres compañeros veterinarios o de los ganaderos con los que trataba.Del mismo modo nos explica con total normalidad que nunca se sorprendían los ganaderos de la zona al ver a una mujer con una bata blanca y trasladarse en su coche propio, yendo de un pueblo a otro para atender los diferentes casos de los animales.

Puedo comprobar como Esperanza a sus estupendos 94 años, sigue siendo una mujer muy activa y parece que el tiempo no hubiese pasado, pues asiste cada año a los eventos del colegio como es a la festividad del Patrón de Veterinaria, San Francisco de Asís, con su hijo, sus amigas y compañeros, además de asistir a las distintas convocatorias que realiza el colegio por diversos temas. De hecho, al acabar nuestra charla de hoy y saludarnos, nos hemos bajado tranquilamente al Salón de Actos del Colegio donde tomó asiento y asistió a una Asamblea desde el inicio hasta el final.

Muchas gracias Esperanza por compartir tus vivencias como Veterinaria de los años 50 con la Asociación Madrileña de Historia de la Veterinaria .

Te agradecemos haber sido un hito para la Mujer Veterinaria en tu época y actualmente, ya que has demostrado energía y profesionalidad mostrando de una forma evidente lo que podemos representar y significar las mujeres en la sociedad.

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